lunes, 22 de septiembre de 2014

Capítulo 3 (Primera parte)

 Capítulo 3
Habla Heaven.

Capítulo 3.
Habla el joven demonio.

Después de siglos junto a esos dos demonios, cuando ocurre algo interesante, me obligan a permanecer al margen, haciendo de niñera para un condenado corriente. No estoy muy seguro de querer formar parte de todo esto, de hecho, no me interesaría si no fuera porque ese tal Morlan que ha solicitado audiencia es un ángel. Lo he visto en sus ojos, grises y cristalinos, que nos miraban acusantes, en esa forma de tensar la espalda para mantener replegadas sus alas.
Lo que no llego a comprender es: ¿Por qué habrá sacado a esta infeliz de su celda? Y mucho peor, ¿por qué me molesta tanto ese aire de posesión que tenía sobre ella?
-¿Cuál es tu nombre? Le pregunto secamente.
-Lo he olvidado. Me responde con voz ahogada.
-Nadie olvida su nombre.
-Eso es porque a ti te lo recuerdan todos los días desde hace… ¿siglos? Me contesta con sorna.
Creo que he escuchado antes su voz, hace mucho tiempo. Apenas recuerdo mi existencia fuera de estas cuevas rocosas.
Tras unos minutos de incómodo silencio me dedico a observarla. Es pequeña, me sorprende que soporte las torturas con ese cuerpo. No debe de llevar mucho aquí. La capa le cubre hasta los tobillos, rebelando unas raídas botas negras de piel, y como su cabeza está bajo una gruesa capucha, me es imposible ver su rostro con claridad.
-Es probable.  ¿Alguna vez habías salido aquí?- Le pregunto mirando las formas que el fuego hace sobre las rocas.
-Sí.
La miro extrañado.
-¿De veras?
Se apoya sobre el muro del puente, mirando la corriente espesa del río con… ¿nostalgia?
-Hace demasiado tiempo sí, el día que llegué.- Me explica.- Por algunos motivos, Lucifer y su hijo tenían muchísimas ganas de verme, así que tu señor se tomó la molestia de hacerme un paseo turístico por el río.
-Vaya, eso no me lo esperaba. Le respondo.
-Lo cierto es que yo tampoco, no tienes idea de lo que duele que te tiren al lava.-Dice junto con una irónica carcajada.


Atónito vuelvo la mirada hacia la mujer, más bien una muchacha. ¿Qué haría para que la condenaran al infierno tan joven? Se de sobra que los humanos pueden llegar a ser horribles. Había prisioneros que habían dado con sus huesos en el infierno tras haber hecho atrocidades, incluso en plena juventud,  pero no esperaba que una chica como aquella, tan locuaz y tan llena de vida, hubiera sido juzgada por algo semejante.