Capítulo 3
Habla Heaven.
De pronto el suelo bajo nuestros pies empieza a temblar y
los carámbanos de piedra del castillo se caen a pedazos al río. El cielo se
convierte en un manto negro. Demonios, cientos, miles de ellos, revoloteando,
huyendo, algunos de los que salen del interior de la sala de tortura no
consiguen pasar de la puerta, mueren aplastados por la lluvia rocosa. El aire
está lleno de gemidos y llantos, ya no sé si son de los propios demonios o de
los torturados de las mazmorras. La sala que acabábamos de abandonar esta ahora
vacía, Lucifer, Nazlok y el ángel han desaparecido, dejándonos atrás.
-¡Vamos! Grito tirando del brazo de la prisionera.
–Estaremos más seguros en el desierto que aquí.
-¡Pero Lucifer se ha llevado a Morlan! ¡No puedo irme sin
él! –Me responde parando en seco, cuando estamos a punto de alcanzar el río. Si cruzamos al otro lado, tendremos más probabilidades de salir ilesos.
- Él ha sido el primero que te ha dejado aquí tirada.
-No lo ha hecho, se lo han llevado. – Insiste.
-¡Se ha ido él! – Le replico exasperado. - ¿No te das
cuenta de que no pueden secuestrarlo aquí abajo? ¡Está protegido, es un ángel!
- ¿Estás diciéndome que se ha esfumado en el aire y ha salido
de este tugurio sin mí?
-Sí.
-Eso no tiene ningún sentido.- Añade aireando la mano
para restarle importancia. –No me habría sacado de la celda si no tuviera un
buen motivo.- Dicho esto, empieza a cruzar el puente que todavía sigue
sorprendentemente intacto.
- Tuviera o no un motivo, que el Infierno se viniera
abajo no creo que se encontrara entre sus cálculos, ¡así que vámonos antes de
que se nos derrumbe este sitio encima!- Acto seguido la agarro por el brazo
ignorando sus réplicas y echo a correr lejos del castillo.
Nos detenemos cuando el cansancio puede con nuestra
desesperación. La guarida de Lucifer está desapareciendo en apenas minutos, el
terreno está resquebrajado, el puente derruido y hundiéndose en la lava… El
caos se adueña de la zona y no tendremos dónde resguardarnos del peligro inminente
si no nos apresuramos.
-Estamos perdidos.- Resopla la muchacha.- Aquí, en mitad
de la nada, vamos a terminar muertos.
-Todavía puedes encontrar cobijo, más adelante hay algo
parecido a una aldea. Estarás bien allí.
-No se ve ningún poblado, ¿pretendes que ande durante
días para encontrarlo? ¿Sin agua? ¿Y sola? Ahora entiendo porque nunca llevas
tú la iniciativa.
- Está a menos de una jornada. Y sí, irás sola, porque mi
intuición me dice que en casa de unos condenados no va ser muy bien recibido un
sicario de Lucifer.
-¿Y tú dónde vas a ir si no es conmigo? Me responde con
cautela.
-Voy a buscar a Lucifer.
- ¡Qué sorpresa! ¿Hay algún motivo por el que lo busques?
-Sí. Añado mientras comienzo a caminar de nuevo.
- Y por lo que parece no estás dispuesto a compartirlo.- Comenta
mientras imita mi gesto.
-No, apresúrate. Llegarás a la aldea antes del anochecer.
- ¿Siempre tienes un carácter tan complicado? -Dice con
sorna mi acompañante.
- Solo cuando el prisionero lo merece.- Le respondo.
- ¿Debo de entender en tal caso que lo merezco?
Sin responder observo el horizonte. Como había deducido,
el poblado debe de extenderse más allá del desierto, todavía no hay rastro de
él y está empezando a anochecer.
-Tenemos que apresurarnos, no puedes quedarte en el
desierto una vez anochezca.
-¿Por qué?
Una sombra silenciosa se alarga frente a nuestros pies,
esparciendo con ella el hedor del subsuelo del Infierno: muerte y
descomposición. En cuestión de segundos la figura oscura empieza a desplegar
sus numerosas patas, con intención de cernirse sobre nosotros.
Espesas gotas de baba caen en mis hombros.
-Por esto… ¡Corre!