domingo, 11 de diciembre de 2011

Capítulo 1

Capítulo 1.
Se conoce la condena de Luzbel

La saca de sus sueños el sonido de los pasos de una persona. Todos los días ella pensaba lo mismo, condenada a verlo siempre sin que él la reconociera. La torturaba continuamente, sentado a lado de la persona más ruin y odiosa que Luzbel conocía. Mientras obligaban al chico a asistir a la escena de sus gritos, era el único que no reía, no la miraba, estaba ajeno a todo, su indiferencia era como vinagre para sus heridas, las cuales nunca se hacía ya que no tenía un cuerpo físico propiamente dicho en aquel lugar dejado de la mano de Dios. Todos los demonios y pequeños diablillos conocían su historia, sin embargo siempre se preguntaba si él la había olvidado tan fácilmente después de todo aquello.
Se asoma para encontrar la repugnante imagen de Nazlock , el hijo de Lucifer.
-Malos días, princesa. Le  dijo.
-Vete al infierno Nazlock. Le respondió ella escupiendo las palabras como si fueran veneno para ella.
-Lo siento monada, ya estoy en él. Contesta el verdugo con una sonrisa socarrona a la par que abre la celda y la toma del brazo y de un brusco estirón la saca detrás de los barrotes sin miramientos acercándola a su demoníaco cuerpo.
-La primera en entrar en escena ,para no dejar de lado las costumbres,¿no preciosa? Dijo mientras le rodeaba la cintura con la cola y la levantaba en el aire.
-Tsk...Que lástima de muchacha, con lo bonita y pura que entraste a este sitio de mala muerte. Le espetó mirándola asqueado -Te estas quedando demasiado delgada ¿verdad?.-Continuó el demonio mientras tomaba un mechón de pelo rubio de su cabeza y lo volvía a soltar con la última palabra.
El rostro de ella reflejó un destello de odio hacia Nazlock y tan pronto como apareció se desvaneció. Detestaba que Nazlock la utilizara como una basta y simple muñeca de porcelana a la cual manosear cuanto quisiera. No soportaba que jugaran con ella así. El nefilim percibió si ligero mohín y se hecho a reír.
-No vales la pena. Le dijo ella a la par que escupía en su casi perfecto rostro.
El híbrido le acarició la barbilla mientras decía : -Adoro que me digas cosas tan dulces. Y después la empujó al suelo en el centro de la sala, justo enfrente de Heaven mientras se pasaba la mano por el rostro limpiando los restos de la saliva de ella riendo como un desquiciado. 
Luzbel alzó la vista y observó al tercero en discordia. Parecía tan peligroso y distante como siempre. Desearía poder ver algún tipo de reconocimientro, sólo eso haría que valieran la pena las torturas de Lucifer y Nazlock cada día.
De pronto él la miró. Reconoció aquel destello en sus ojos : sentimientos; se alegró de que aun ellos hicieran centellear en ambar sus almendrados ojos. Ella dedicó una sonrisa, pero desapareció ésta al darse cuenta de que, como muchas otras veces, no la reconocía, simplemente sentía lástima por ella. Él desvió la mirada. Luzbel se avalanzó hacia Lucifer con odio e intentó asentarle varios golpes y clavarle las uñas en el rostro, pero sólo consiguió que la empujara sin mover un solo dedo haciéndola salir despedida hacia el fondo de la sala, acompañada por el crujir de sus pripios huesos al cochar contra la pared rocosa. Gimió de dolor y se sentó en el suelo. ¿Para qué luchar? Él todavía no reconocía su rostro encapuchado.
Varias sombras se acercaron a ella, le acariciaron las mejillas, las manos, las piernas doloridas , haciéndola gritar de dolor. Ardían, ardían como el agua hirviendo sobre su piel, pese a que no tenía heridas, los demonios transmitían ilusiones a su mente, las cuales provocaban que viera su propia carne llena de ampollas enrrogecidas. Si hubiera estado viva, si tuviera un cuerpo físico, aquel sería el resultado que dicha tortura ejercería sobre ella.
Cuando cesó el ardor todavía estaba intranquila, conocía como la palma de su mano los juegos de Lucifer. Aquella era la más fina de sus torturas. Ahora era el turno de Nazlock, este aparte del dolor físico adoraba hacerla sufir psicológicamente, sobretodo si utilizaba a Haven como cabeza de turco. Estaba segura de que le dirigiría algún tipo de apelativo odioso para provocarla y despúes una cruel tortura, seguido de una humillación inminente, todo esto acompañado por sus desquiciadas y sonoras carcajadas.
-Mi turno, bonita. Comentó Nazlock como había previsto Luzbel.

Se resquebrajó el suelo bajo sus pies y aparecieron centenares de repugnantes y sonoros insectos, reconocibles a la vista : Langostas.
Nazlock empezó a reír como un demente, todas ellas la rodearon y la alzaron en el aire, se colaron por sus raídas ropas y picaron su piel. Cada pequeño picotazo, introducía en ella un veneno temporal. Paralizada, más indefensa que en un principio y ridiculizada, las langostas la pasearon por delante de los tres demonios, hasta que la dejaron caer cruelmente a los pies de Heaven. Luzbel sólo tuvo tiempo de incorporarse pesadamente y ver como él dirigía la mirada hacia otro punto, no quería verla. Cuando traidoras lágrimas amenazaban con salir de sus ojos un fuerte golpe en el pecho contra la nada la hizo caer de bruces al suelo y todo se tiñó de azabache.
Se despertó en la significativa jaula de siempre, suspendida en un infinito mar de sangre, donde flotaban los cuerpos de antiguos familiares suyos, cortesía de Nazlock.
Observó pasar las ilusiones de sus amigos, hacía tantos años...
Sabía que no eran reales, pero no podía evitar que lágrimas rebeldes surcaran por sus mejillas al ver sus miradas vacías y sin vida.
El suelo de su jaula se desprendió y ella cayó sobre unas afiladas rocas. Sin heridas, volvió a sentir la sensación de dolor en su cuerpo, provocada por algún oscuro ente que había decidido pasar sus horas muertas colaborando con su tortura, aquel que debería haber sentido, un dolor insoportable desgarrando sus entrañas, y el sabor a sangre ,que no volvería a derramar, en su boca. Los castigos que más le dolían eran aquellos, y todo el Inframundo disfrutaba gratamente viéndola llorar y sufrir. Todos reían menos uno, aquel que imponía aquel tipo de torturas tan sumamente crueles sobre ella.

Después de vagar por la ilusión de su propio infierno, siendo atacada por sus propios amigos y familiares, aunque el verdadero ataque hacia ella lo causara aquel que, jamás le haría ningún daño. Pero allí, era otra cosa.

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